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lunes, 14 de julio de 2025

La triste y controvertida muerte del merenguero Tony Seval



“Dicen que ‘El Muerto’ no fue solo una canción, sino un presagio siniestro del triste destino que aguardaba a uno de los grandes del merengue.”

Desde un tibio amanecer en La Romana hasta quedar inmortalizado en una vela encendida por la gente, así fue la vida y muerte de Tony Seval, quien dejó una huella imborrable en la música dominicana.

Nacido como Felipe Antonio Sepúlveda Caraballo el 5 de febrero de 1954, Tony creció en La Romana. Desde muy joven se trasladó a Santo Domingo, donde se empezó a destacar en el ambiente musical como percusionista. Fue conguero en orquestas importantes como las de Juan Luis Guerra, Aníbal Bravo, Blas Durán y Bobby Rafael. En ese tiempo, se le conocía como “Kuky”. A finales de los años 70, formó su propia agrupación llamada “Kuky Sabor y Son”, con la que lanzó temas como “La Dura”.

Con la llegada de los años 80 y el auge del merengue moderno, Tony fundó en 1984 la agrupación Tony Seval y Los Gitanos. Fue entonces cuando su carrera despegó con temas como “Zaida”, “Gracias”, “Pa’ Bochinchar”, “Dame un chance” y, sobre todo, “El Muerto”, un merengue que se convirtió en su himno personal, tan exitoso como inquietante, por su contenido lírico casi profético.

El 22 de octubre de 1985, Tony fue detenido en el sector de Villa Francisca durante una redada policial, bajo acusaciones no confirmadas relacionadas con el consumo o tráfico de drogas. Según su familia, Tony no era el objetivo de la operación, sino que fue arrestado como parte de una redada masiva y arbitraria, algo común en la época. Fue llevado a un destacamento policial sin mayores explicaciones.

Dos días después, el 24 de octubre, la noticia estremeció al país: Tony Seval había muerto mientras estaba bajo custodia. La versión oficial afirmaba que había tenido una riña con otros presos y que, ya herido, se había puesto violento en el hospital militar donde lo llevaban, supuestamente intentando desarmar a un soldado, quien le disparó. Sin embargo, estas explicaciones levantaron más sospechas que claridad.

Testimonios independientes y denuncias periodísticas indicaron que Tony fue golpeado brutalmente dentro de la celda, que recibió múltiples estocadas, incluso en las plantas de los pies, y que la agresión habría sido planeada. Según se supo, algunos de los reclusos habrían sido puestos con él de forma intencional, para que lo atacaran. Posteriormente, cuando fue llevado al hospital militar en estado crítico, allí recibió el disparo final que acabó con su vida.

La muerte de Tony Seval generó un estallido de dolor y furia en la población. Miles de personas encendieron velas en señal de duelo y protesta en barrios como Villa Francisca, Villa Juana, Ensanche Quisqueya y muchos otros. La presión fue tan fuerte que incluso el entonces presidente de la República y las Fuerzas Armadas se vieron obligados a pronunciarse públicamente, aunque nunca se esclarecieron los verdaderos motivos del crimen ni se procesó a ningún responsable.

Hasta hoy, la muerte de Tony Seval sigue siendo un misterio sin resolver. Su familia y amigos han señalado múltiples teorías: desde posibles conflictos personales, celos, hasta una posible relación sentimental con alguien vinculado a altos mandos, pero nada ha sido confirmado oficialmente. El caso, con el paso del tiempo, ha quedado impune.

Tony tenía solo 31 años al momento de su fallecimiento. Dejó atrás a su esposa, hijos y una carrera que prometía mucho más. Sin embargo, su legado musical sigue vivo. Su discografía continúa sonando en emisoras y su figura es recordada con admiración y cariño, especialmente cada 24 de octubre, cuando fanáticos y vecinos encienden velas en su honor, como símbolo de justicia pendiente y memoria viva.

Tony Seval no fue solo “El Muerto” de una canción; fue una víctima de la violencia institucional y una estrella que se apagó en plena luz del éxito. Su historia duele, pero también inspira. Porque el pueblo no lo olvida. Si desea ver el video que hice visitando su tumba está en el primer comentario.

Nadie fue juzgado ni apresado por su muerte.


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