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Adolfina Mejia
noviembre 26, 2025
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Por: Emiliano Reyes Espejo
ere.prensa@gmail.com
El sol se ocultó de manera repentina y misteriosa, después de que los pobladores sintieran un fuerte calor seguido de un frío insoportable. El ambiente se enrarece y la población sintió masivos “escalofríos”, como si algo extraño abrazara sus cuerpos. Durante el transcurso del fenómeno, los pobladores de Yomata perdieron la noción del tiempo. El inesperado fenómeno envolvió a los habitantes. Nadie imaginó lo que había ocurrido durante ese lapso. Los que conservan en sus memorias aquel momento, cuentan que esa oscura noche que llegó sin avisar y se hizo eterna, comenzó un primero de diciembre y la gente despertó de sí, de aquel letargo que se prolongó hasta junio, en plena celebración de las fiestas patronales.
En todo ese tiempo, los pobladores del pequeño pueblo se sumergieron en la profundidad de la noche. Estaban integrados mayormente por migrantes de pueblos vecinos, agricultores, braceros contratados para trabajar en las fincas cañeras del ingenio y comerciantes extranjeros, atraídos por la riqueza que promovía la producción de la caña de azúcar.
La vida transcurrió sin que los yomatenses supieran qué había pasado en ese tiempo. Se supo después que eso nunca ocurrió. Por eso, la gente continuó su existencia sin mayores contratiempos, como si nada hubiera pasado. Las vivencias se borraron de sus cabezas y sólo algunos niños, niñas y pocos adultos conservaron en sus mentes vagos recuerdos de esos paradójicos momentos.
I) Aflora Yuyo
Yuyo, apareció en el lugar sin que nadie conociera sobre su procedencia. Desde entonces fue considerado un desmemoriado y sin cabeza. En el fondo solo era un enviado de los “demonios” que, con astucia, logró disfrazar su presencia en esta lejana comunidad del Sur. De tamaño espigado, cara risueña y tez achocolatada, éste llegó aquí revestido de un aura de sabiondo, estilo fino y bonachón. Vivió en el poblado y nunca formó una familia. Dijo haber regresado del más allá, pero no dio mayores explicaciones. Hacía alarde de una copiosa y acicalada cabellera, andaba bien perfumado y aromas embriagadores, mientras estrenaba raras vestimentas que decía las fabricaban de manera exclusiva para él.
Las reuniones con jóvenes yomatenses, en los bancos del parque, se originaban entre chanzas, dudas y risas. Contar cuentos extravagantes de seres inimaginables era la especialidad de este personaje que llegó a relatar todo lo que, a su juicio, aconteció aquel día de la oscuridad final. Detalla lo acontecido en la inusitada celebración del “Congreso de bacás” o congregación de espíritus malignos, lo cual cambió todo el entorno lugareño.
II) Ni guerra ni cambio climático
La gente no dio crédito a sus explicaciones. Apenas algunos les creían, pero él insistía en la ocurrencia de los hechos. Fue entonces cuando se identificó como un mensajero de seres infernales que había tomado a Yomata como sede experimental de su inverosímil actividad. –“Me tocó convocar aquel magno y diabólico acontecimiento”, precisó. Agregó que el encuentro se realizó sin invitaciones a la prensa y sin que se efectuaran compras masivas de chacabanas blancas, pero sí capas negras que emitían fuertes olores a murciélagos verdes.
Los líderes malignos solo se centraron en cómo amasar grandes fortunas y poseer inmensas extensiones de terrenos que serán irrigados por la presa; además, discutieron y analizaron cómo manipular a los políticos, controlar los negocios y promover los vicios (drogas, alcohol, cigarrillos y juegos de apuestas). Yuyo, en tanto, se acopló como simple intermediario, propagandista, sin llegar a ser un protagonista. Su rol se centró en la convocatoria, organización e intermediación del cónclave. En principio él rechazó ese tipo de participación, pese a sus propalados nexos con lo que él definió: “el mundo maldito, el bajo mundo”. Se ufanó, no obstante, de sus vínculos primigenios con estos seres maléficos, lo cual dijo provienen de sus tatarabuelos, pertenecieron a un conglomerado de la maldad.
“Se soltaron los demonios”, decía Yuyo mientras que, en su egocentrismo, se autodefinía como un fino “médium del mal y la opulencia”. Rechazó vincularse a los seres rústicos o a brujos hacedores de consultas ocultas a los parroquianos.
Por eso los dioses de la oscuridad pactaron con él el éxito de aquel magno encuentro. A cambio, Yuyo sería convertido en un bacá y tendría bonanzas y poderes mágicos a granel. A cambio, prometió lealtad y cumplir con su parte del pacto sin importar las circunstancias.
Las iglesias del poblado descuidaron su rol y fueron sorprendidas, no tuvieron tiempo de reaccionar ante los hechos. Todo aconteció rápido y los entes del mal tuvieran la malsana oportunidad de manipular a los astros y provocar un prolongado eclipse solar. De ahí salió el mejunje, la mixtura que produjo esta larga dormidera colectiva en la población.
III) Época oscura
La extraña concentración de estos seres malignos se registró en el parque de Yomata y provocó un desequilibrio astral que afectó en todos los órdenes. Yuyo, que se había comprometido a garantizar que la actividad se realizara sin obstáculos, logró su cometido. Dispuso que se abrieran las discotecas, bares, colmadones y otros negocios lícitos e ilícitos de los alrededores. Asumió la responsabilidad del abasto sin fin de las bebidas alcohólicas, de las acciones delictivas y la prostitución. La oscura y nefasta ventolera ocurrió allí y nadie se percató, o no se dio por aludido ante esta exilia manifiesta del mal.
-“A quien el Diablo dio sus poderes, sus penas sirvan de maldad”, expresó Yuyo. Contraviniendo un férreo compromiso, éste dio a conocer los pormenores de aquel diabólico acontecimiento. Se le notaba la frustración mientras hablaba con los jóvenes del parque. Sus amos les incumplieron sus promesas de riquezas inconmensurables. –“Usted ha visto a un diablo cumplir sus palabras”, dijo uno de los mozalbetes.
La lealtad que Yuyo debió asumir fue rota. Les prometieron convertirlo en “el gran bacá” del lugar, pero eso no se consumó. De ahí su indignación y entonces decidió revelar interioridades intocables del encuentro. Y eso hizo correr el velo y se revelaron las prometidas maldades, causando un mar de temores en la población. Fue así como Yuyo, el escogido de los dioses del mal, decidió lanzar los sombríos vaticinios a la población de Yomata, a raíz de que sus amos se molestaron y acrecentaron los temores y el desasosiego en toda la comarca.
IV)Las horas de la maldad
Los que conservaron sus memorias, recordaron como, poco tiempo después, las advertencias se hicieron realidad. Se produjeron raros aguaceros y las lluvias caían extrañamente bajo el sol candente. Eran seguidas de “nubes densas y oscuras”, o sea, nimboestratos reforzados con cumulonimbos, los cuales generaron lluvias intensas, granizo y truenos, con desbordamientos de ríos, canales y lagunas.
Se destruyeron plantaciones agrícolas, murieron animales y los puentes de acceso fueron arrasados. El gobierno envió ayuda con helicópteros para paliar el hambre a los habitantes, pero estos aparatos, sin embargo, no pudieron descender por las aguas que anegaron la totalidad del área geográfica. La tragedia más conmovedora se registró cuando uno de los helicópteros se desplomó mientras sobrevolaba sobre las comunidades inundadas.
-“Yo se lo dije. Son las maldades prometidas por los demonios…”, expresó Yuyo. -“Ahora, sálvese quien pueda”, agregó éste mientras rememoraba sus infaustos vaticinios.
En estas horas de la maldad ocurrieron hechos insólitos. El más sonado fue cuando diez motoristas perdieron sus vidas de manera inexplicable. Todos en un solo día y a una misma hora. Circulaban normalmente (con sus cascos) cuando, sin más, sin esperarlo, se estrellaron contra viviendas, muros, animales y otros obstáculos.
-“Cayeron como pajaritos”, comentó Doroteo, viejo veterano militar que se ufanaba de haber sido compadre de Trujillo. –“Todos conducían con normalidad sus motocicletas y chocaban”, lamentó. La gente comentó que otros se estrellaron contra paredes no visibles y murieron al instante. -“Nunca había ocurrido algo igual por estos lugares”, expresaron lugareños. En tanto, los accidentados llevados a hospitales y a clínicas dieron diagnósticos asombrosos. Sus cuerpos no mostraron lesiones ni traumas. Las autopsias determinaron que los fallecidos no tenían causas visibles de muertes y sus estructuras corporales lucieron intactas.
-“Esas gentes les fueron vendidas al diablo”, dijo Yuyo. –“Las operaciones de ventas se produjeron en la reunión de “luases” que se celebró en Haití”, expuso. A partir de esa explicación, un aire de desconfianza y miedo arropó a los ciudadanos que, al enterarse, comenzaron a atravesárseles “nudos en las gargantas”.
V) Mitad perro y mitad toro
Después de aquel misterioso encuentro, el mundo cambió en Yomata y los espíritus del mal se apropiaron de la zona. La planta eléctrica que suplía electricidad hasta la medianoche, comenzó a confrontar problemas y se apagaba antes por defectos incorregibles.
Los noctámbulos comenzaron a avanzar rápido. A veces corrían para llegar a sus casas antes del apagón, que se avisaba con tres toques de sirena. Seres inmundos comenzaron a deambular en la oscuridad de la noche, arrastrando gruesas cadenas y ruidosos enseres metálicos que causaban terror a los vecinos.
Por calles y caminos se aparecían, en cualquier hora del día o de las noches, seres roñosos ataviados con ropas y tenis de brillos. En sus cuellos colgaban gruesas cadenas de oro, plata y otros metales exageradamente brillantes que cegaban en la oscuridad. Para los pobladores, la comunidad había sido tomada literalmente por demonios que provenían de excretos espíritus malignos.
Los moradores de Yomata temían cruzar de noche un enorme árbol de Javilla centenario, ubicado entre cañaverales y platanales camino a la vecina comunidad de Terrasemon. Debajo de aquel árbol frondoso aparecían enormes luminarias, incandescentes y salía de los cañaverales un enorme e intimidante animal, mitad perro y mitad toro.
La gente decía que era uno de los bacás que se quedó en el lugar. En una ocasión el extraño animal se detuvo, portentoso, desafiante, frente a moradores que pasaron de noche debajo de la Javilla, estos casi se desmayan del miedo. Les habló en “patois” y lanzó improperios inentendibles. Luego se desplazó parsimonioso, pero con furia latente, destructiva, mientras se escucha que arrasaba, con ruidos estrepitosos, como si su enorme corpulencia destruyera los cañaverales y las plantaciones agrícolas.
Al otro día retornaron a ver las destrucciones del ser inmundo, pero para sorpresa de todos, se encontraron con que los cañaverales estaban intactos. No se produjeron los daños que ellos se imaginaron habría causado el temido monstruo de dos cuerpos. Todo fue una perturbadora ilusión.
VI) Yuyo y el lado oculto de la luna
Yuyo ya no encontraba cómo explicar la presencia de los espíritus en el infortunado Yomata. Se inventaron entonces los supuestos orígenes de estos seres, que incluyó el enigmático animal mitad perro y mitad toro, provenían del “lado oculto” de la luna. Para él –y lo decía con ínfula académica- esos seres extraños no llegaron desde Haití, sino que descendieron a la tierra desde la luna. Según su narrativa, la presencia china en aquel remoto lugar alborotó a “seres del mal” asentados allí durante miles de años. Por mala suerte, cayeron en Yomata, donde crearon un asiento itinerante de los bacás e impulsaron la creación de tradiciones mágico-religiosas.
Sin nadie esperarlo, aconteció que los relatos sobre seres diabólicos culminaron una tranquila mañana de noviembre. En un ambiente medio lluvioso, llegó a Yomata una ambulancia que se detuvo frente a la casa de Yuyo. De ahí bajaron médicos que se dirigieron a éste, quien tranquilo, le dijo que los estaba esperando. Les pusieron una “camisa de fuerza” y se los llevaron.
-“Después de todo, era un pobre loco, pero loco al fin…” -“Las gentes aquí creyeron sus historias, vamos a llevarlo ahora a otra comunidad para que haga lo mismo”, expresaron los galenos.
Los jóvenes que siempre esperaron escuchar a Yuyo, se consideraron frustrados, engañados por conocer su inesperada partida:
-¡Maldición! ¡Maldición! Y pensar que uno creyó las leyendas de este maldito loco…”.
El autor es periodista.
Emiliano Reyes
www.ereprensa.blogspot.com

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