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Adolfina Mejia
noviembre 12, 2025
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Por: Emiliano Reyes Espejo
ereyes.prensa@gmail.com
La esperanza de integración económica, financiera, política y social de los 33 países de América Latina y el Caribe ¿seguirá siendo un sueño? La actual situación de la región pinta un panorama preocupante, nada halagüeño.
Y no lo digo como si yo fuera un alma agorera. No, solo es que, si se observa en frío, sin sesgos ideológicos, y se analiza la realidad de cada país, se pueden confirmar las diferencias políticas e ideológicas, y el distanciamiento económico, entre las naciones de la región.
Cómo surge la OEA
Los esfuerzos de unificación regional se afianzaron con formalidad en 1948, con la creación de la Organización de Estados Americanos (OEA), auspiciada por Estados Unidos de América. La posibilidad de que este proceso histórico fuera exitoso, que se convirtiera en una apetecible realidad, parece haberse convertido en un deseo cada vez más lejano.
Todo comenzó en 1890 con la iniciativa para la creación de la Unión Panamericana, que se concretó con la formación de la OEA y la firma de la Carta de Bogotá. El propósito inicial de la Unión Panamericana era “promover la paz, la justicia, la democracia y la cooperación entre los 35 estados miembros de las Américas”. “A lo largo de los años, la OEA ha sido modificada por varios protocolos, como los de Buenos Aires y Cartagena de Indias, para adaptarse a nuevos desafíos”.
A partir de aquellos ímpetus, resulta innegable la presencia e incidencia de Estados Unidos en las improntas, decisiones e iniciativas que ha tomado el organismo hemisférico en sus más de 70 años de existencia. Hay un historial de toma de decisiones sobre países de las Américas que, de manera innegable, fueron impulsados por Estados Unidos, pero centrados en sus propios intereses.
Entretanto, ha ocurrido que, en el transcurrir de los años, las disputas, diferencias políticas, e ideológicas y sociales han impedido que en los países de la región se produzca una verdadera integración, tal y como ha sucedido en otras latitudes del globo, especialmente en Europa, donde los esfuerzos integrados han logrado impulsar programas de desarrollo económico, científico y social en sus respectivas naciones y pueblos.
La carta original de creación de la OEA sufrió varias modificaciones que incluyen el Protocolo de Buenos Aires, en 1967, y el Protocolo de Cartagena de Indias, en 1985. Igualmente se produjo el Protocolo de Washington en 1992, en el cual se adoptó una decisión crucial porque “convirtió a la OEA en la primera organización regional en permitir la suspensión de un miembro cuyo gobierno democrático es derrocado por la fuerza”. Otra reforma del organismo regional fue suscrita en Managua, Nicaragua, en 1993.
La decisión, adoptada en plena Guerra Fría, tuvo un efecto letal no solo en la incidencia de países de la órbita socialista, sino también en naciones de Europa; logró alinear a todos los países de las Américas en torno a los principios políticos del sistema democrático que promueve Estados Unidos en la región, a excepción de Cuba, que se ha convertido en “la piedra en el zapato” para la potencia del Norte.
¿Cuáles países integran a América Latina y el Caribe?
Además de la OEA, en la región surgieron otras iniciativas enfocadas en la integración comercial, como la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). También está el SELA (Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe), creado en 1975 como un organismo permanente de consulta, coordinación y cooperación económica y social, firmado por 25 países en Panamá, y el CARICOM o Comunidad del Caribe, que se creó “con el objetivo de fortalecer lazos y crear un mercado común entre sus miembros”.
Las entidades más recientes apuntan hacia una mayor integración política. En esa línea está la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas), creada en 2008; la ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), que se enfoca en acuerdos energéticos, y la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), la cual se creó en 2011 “como un mecanismo de concertación e integración política regional, impulsado por México y Brasil, y buscando una voluntad política renovada para la integración”.
Estas entidades están conformadas por las subregiones de América del Sur, América Central y el Caribe. En América del Sur se ubican Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Venezuela; en América Central están Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá; mientras que en el Caribe se sitúan Cuba, República Dominicana, Haití, Jamaica, y naciones insulares como Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Dominica, Granada, Santa Lucía y San Cristóbal y Nieves.
En síntesis, estos países se han enfocado en superar la desigualdad y la pobreza, “y aunque han tenido avances y retrocesos, continúan siendo un objetivo regional para fortalecer el desarrollo, la solidaridad y la inserción en la economía global”.
Los retos de la región
Pero, al parecer, la región no ha tenido suerte, como dirían en nuestros pueblos, influidos por creencias que arrastraron los antecesores indígenas y por las afirmaciones mágico-religiosas aportadas por la población de ascendencia africana traída a la región como mano de obra barata y esclava.
Para nadie es un secreto que los procesos de integración latinoamericana y en el Caribe “han sido complejos, marcados por avances y retrocesos y la lucha contra desafíos como la pobreza, la desigualdad y la corrupción”.
No ha sido solo eso; en la profundidad del problema están las manos de las potencias extra regionales que buscan las alineaciones ideológicas y económicas de los países de la región; hablamos específicamente de Estados Unidos, Rusia, Europa, y ahora China.
Estados Unidos ha manejado la región como “patio trasero”, desde donde extrae muchas de sus riquezas: minerales, petróleo, oro, materia prima para sus avanzadas industrias, capitales financieros y recursos humanos baratos.
Cuando esta potencia vio que ese caudal de recursos estaba en peligro, como fue el caso de Cuba, movilizó sus poderosos arsenales económicos, financieros y políticos para impedir la situación. Ejemplos hay por montones: tenemos a Panamá, Nicaragua, República Dominicana, Chile, Argentina y Haití, entre otros países que han sido objeto de intervenciones directas e indirectas de este coloso en el curso de los últimos años.
Actualmente, los países de la región buscan “una integración más pragmática y flexible, centrada en prioridades compartidas”, pero enfrentando limitaciones como la baja conectividad física y digital, y la duplicidad de esfuerzos entre los diversos organismos.
Ocurre, sin embargo, que aunque algunos pensadores y gobernantes aspiran a que la región logre una integración al estilo de la Unión Europea, resulta difícil que esto se logre por la multiplicidad de intereses que se han acoplado a los países de América Latina y el Caribe.
Las cosas no son tan fáciles, particularmente en esta época en que se vive una nueva Guerra Fría entre Estados Unidos, Europa, Rusia, China, Irán, Israel, Japón, Corea del Norte y del Sur, los países árabes, los asiáticos y las naciones del bloque BRICS, entre otros.
Esto hace que en el plano regional las diferencias se profundizan, ¿a qué se debe esta situación? ¿Qué origina estas disparidades ideológicas, políticas y económicas? Tenemos que en Venezuela, por ejemplo, se ha acentuado un gobierno socialista con un cierto parecido al sistema de gobierno de Cuba, mientras que en América del Sur y el Caribe se imponen regímenes de derecha y conservadores, alineados políticamente con los intereses de Estados Unidos.
Así las cosas, no podemos ilusionarnos con la realización de una integración regional, aunque esté claro que es el único camino que tenemos para desarrollarnos y lograr progresos en los campos político, económico, industrial, científico y social, los cuales nos permitan no sólo reivindicar a los más pobres y erradicar la pobreza en la región, sino también convertirnos en una zona de paz que supere sus atrasos y abandone por siempre su estadía en el tercer mundo.
El autor es periodista.
Emiliano Reyes
www.ereprensa.blogspot.com

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