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Adolfina Mejia
septiembre 23, 2023
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Por: Emilia Santos Frias
En nuestro imaginario, un buen padre es un superhéroe con o sin capa, poseedor de todos los poderes habidos y por haber. Un ser humano lleno de sabiduría, que siempre cuida y ama con amor infinito a sus hijos e hijas. El amigo, maestro y consejero. Hombre orgulloso de la educación que desarrolló en su descendencia; todo un ejemplo a seguir. Sostén emocional y refugio en todo momento; columna y ayuda idónea.
Un ser dotado de virtudes como la dedicación, solidaridad, apoyo, respeto a la personalidad y opiniones de su descendencia. Sencillamente, porque un papá verdadero se concibe como quien toma de la mano a sus hijos e hijas, para afrontar los retos que les presenta la vida. Una guía. Él cura las heridas físicas de la niñez, mientras indica el camino a seguir en la adultez, en tanto, los vástagos toman sus propias decisiones. Pero, ¿es ese el deber ser o acaso, estamos romantizado el rol de papá?
Lo cierto es que, el papá de la actualidad, el que existe de cara a la vorágine de este Siglo XXI, y sus complejidades, involución educativa, versus modernidad, antivalores, tecnología, irrespeto, redes sociales, transculturación, profesiones nacientes, nuevas enfermedades…, debe adoptar una actitud activa en la crianza positiva de los hijos y las hijas.
Este nuevo papá, de la época actual, sabe que la crianza, educar a hijos e hijas es tarea compartida, no exclusiva de la mujer. Porque al ser un hombre del Era de la información, identificó previamente, que no forma parte de la “naturaleza femenina”, ser la educadora universal de sus linajes. Tampoco, ser la absoluta encargada de todo el quehacer del hogar. El entiende que las profesiones y quehaceres domésticos, no tienen sexo. La crianza positiva y en valores de los hijos e hijas, tampoco.
Por eso, el nuevo papá asume distintos comportamientos, en la crianza activa de los hijos e hijas. Por ejemplo, procura fortalecer su vínculo afectivo con cada miembro de la familia, al tiempo que, hace aportes en las distintas tareas del hogar. Hoy, su modelo rompe con la imagen femenina mal construida desde antaño y que sólo limitó la libertad de la mujer, que entre ellas, la opción de ser madre. Hoy sabemos, que esta no es un destino, sino, una elección, conforme sus derechos sexuales y reproductivos.
En ese orden, sigamos desde la escuela, academias, iglesias, medios de comunicación…, desconstruyendo cultura, costumbre y acciones que invisibilizan derechos humanos y fundamentales de la población, para garantizarlos sin discriminación alguna. Además, propiciar que la maternidad y la paternidad, sea basada en el apoyo de ambos integrantes de la pareja: padre, madre; hombre y mujer. Una alianza que será determinante para el desarrollo psicosocial de la descendencia, desde sus primeros años de vida, y para el bienestar de toda la familia.
En ese mismo orden, la industria del entretenimiento, y la publicidad masiva…, debe hacer aportes categóricos. Por ejemplo, cambiar el enfoque o manejo de roles del papá y la mamá. Romper, desistir de esos patrones que solo refuerzan estereotipos de género, y basados en la división sexual, laboral…, fomentan desigualdad.
Es propicio abrazar este siglo de la información y la conectividad digital, para dejar atrás, patrones de prototipos vendidos por la promoción publicitaria dirigidos a la madre o al padre…, en esas acciones que pueden parecer simples, inofensivas, pero que tienen sesgo, una carga emocional que puede permear la educación y lógicamente vulnerar derechos.
Como sabemos, el ser humano no es perfecto aunque procure cada día caminar hacia la perfección. Por este motivo, en el caso que hoy ocupa estas líneas, el nuevo papa, debe estar conteste de su compromiso al criar, guiar e inspirar a su descendencia, tomando como base un modelo integral, garantista de las prerrogativas humanas. Por tanto, debe desechar violencia y discriminación en y desde el seno familiar. Consciente de que es modelo a seguir. En ese aspecto, su accionar correcto o no, tiene una carga de responsabilidad en cómo se conducirá la presente y futura generación.
Hasta la próxima entrega.
La autora reside en Santo Domingo
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