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Adolfina Mejia
octubre 17, 2025
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El Papa León XIV visitó este jueves la sede en Roma de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el marco de su 80 aniversario, desde donde apeló a la responsabilidad común frente al hambre en el mundo.
Tras las palabras de bienvenida del director general de la organización, Qu Dongyu, el Santo Padre impartió un extenso y contundente discurso que leyó en español e inglés.
El evento contó con la presencia de algunas autoridades, como la Reina de España, S.M. Doña Leticia; la presidente del Consejo de Ministros de Italia, Giorgia Meloni; el vicepresidente del Consejo de Ministros, Antonio Tajani; el Rey Letsie III de Lesotho; la Princesa de Jordania, Basma Bint Talal; o Ban Ki Moon, ex secretario general de las Naciones Unidas, entre otros.

“Quien padece hambre no es un extraño, es mi hermano”
Al inicio de su discurso, el Pontífice recordó que “el corazón del Papa, que no se pertenece a sí mismo sino a la Iglesia y, en cierto modo, a toda la humanidad, mantiene viva la confianza de que, si se derrota el hambre, la paz será el terreno fértil del que nazca el bien común de todas las naciones”.
Al cumplirse ocho décadas del nacimiento de este organismo que dirige las actividades internacionales encaminadas a erradicar el hambre, el Papa destacó que “nuestra conciencia debe interpelarnos” al drama del hambre, y apeló a la responsabilidad de todos: “Quien padece hambre no es un extraño, es mi hermano y he de ayudarlo sin dilación alguna”.
Al recordar el objetivo de “Hambre Cero”, incluido en los objetivos de la Agenda 2030, el Papa León XIV advirtió que es necesario una “voluntad real” y no solamente “solemnes declaraciones” para que a nadie le falte el alimento necesario, una situación que, aseguró, “niega la dignidad humana”.
El Pontífice expresó su tristeza al recordar la realidad de millones de personas que cada día se van a la cama sin comer, y precisó que detrás de cada número “hay una vida truncada”. En concreto, lamentó la situación de los niños que sufren la malnutrición, una “señal evidente de una insensibilidad imperante, de una economía sin alma, de un cuestionable modelo de desarrollo y de un sistema de distribución de recursos injusto e insostenible”.
Además, sostuvo con determinación que permitir que millones de seres humanos mueran golpeados por el hambre es un “fracaso colectivo, un extravío ético, una culpa histórica”.
A continuación, sentenció severamente el uso de los alimentos como arma de guerra, una “estrategia cruel” que niega el derecho a la vida. “El silencio de quienes mueren de hambre grita en la conciencia de todos, aunque a menudo sea ignorado, acallado o tergiversado. No podemos seguir así, ya que el hambre no es el destino del hombre sino su perdición”, aseveró.
En este contexto, el Santo Padre exhortó a fortalecer el entusiasmo para remediar este escándalo e insistió en que “nadie puede quedar al margen de luchar” contra el hambre, ya que “esa batalla es de todos”.

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